jueves, 2 de diciembre de 2010

Ropa tendida.

   Cuidadín si vais a la zona, cantores míos, que hay mucha ropa tendida, y puede ver y oír cosas, que le cause tal impresión, que luego no le permita tener un desarrollo saludable y deseable por los autores de sus noches y sus días, y ocurra que os lleven a juicio, por dejarla colgada. O sea: ¡tendida!  

De la estulticia humana.

   Yo pensé que el tema de nuestros incautos jubilados se había acabado ya. Pero mira tú por dónde, tiene pinta de no terminar nunca jamás.
   Los dueños de los casinos, no contentos con haber cerrado algunos Hogares, y haber prohibido jugar al bingo en otros, han comenzado una nueva campaña de acoso a nuestros  venerables ancianos, llevándolos ante los Tribunales de Justicia, porque dicen, con todo el descaro del mundo, que si no cesan de jugar en los Hogares, ellos tendrán que cerrar.
   Esta declaración de malas intenciones, encierra dos verdades tan abyectas como demenciales. Porque si en este puñetero País, uno no puede jugar en su casa a lo que quiera (me da igual que sea o no legal), sin que se le echen encima este tipo de personajes, más nos vale hacer las maletas y emigrar. Y si en verdad tienen que cerrar los Casinos por competencia desleal, están reconociendo abierta y públicamente, que nuestros indefensos jubilados, son los que les pagan el jornal. Y el que estos sinvergüenzas reclamen eso, es tanto como pedir, que en lugar de jugarse unos céntimos de euro en sus Hogares, reservándose para otros menesteres lo demás, tienen que dejar la pensión íntegra en los Casinos, nada más cobrar. ¡Demencial!