miércoles, 2 de febrero de 2011

De vidas y viñedos.

   Como reflexión final (pueden sacarse muchas más), sobre el tema de los viñedos de Haro, he de decir, que entiendo que la Comunidad Autónoma de La Rioja, una vez desaparecido el chollo del ladrillo, quiera potenciar el mundo del vino hasta exprimir el último racimo. Que entiendo, igualmente, que sus máximos responsables quieran tener contentos a viticultores, bodegueros, paisajistas, ecologistas y vecinos. (En vísperas de elecciones, es mucho lo que está en juego.) Pero lo que no entiendo, ni podré entender jamás, es que en  estos temas de torres de alta tensión, o tendidos eléctricos, solo vean el problema estético. Ahora mismo, todos nuestros políticos, excepto los del Partido Riojano, que tildaron el proyecto de “sacrilegio”, y pidieron responsabilidades políticas por ello, están preocupadísimos por las repercusiones que pueda tener el tema de los viñedos; pero no veo a ninguno de ellos preocupado por el daño que estas peligrosas instalaciones puedan provocar en sus convecinos. En nuestra ciudad, por ejemplo, a nuestros mandatarios, a nuestra senadora y a su presidente, les importa un par de racimos el que tengamos un casetón transformador, una antena de telefonía móvil y torres y cables de alta tensión alrededor de una Escuela Infantil con capacidad para un centenar de niños, y de dos bloques de viviendas, pegaditas, además, a la bomba de relojería que (según ellos) es el Silo; torres, casetones y cables, en cuatro bloques de viviendas, a escasos metros, y antena de telefonía móvil, casetón, torres y cables, en otros tres bloques de viviendas en el casco antiguo. Eso, sin contar la cantidad de transformadores que hay instalados en los propios edificios. A mí, particularmente, la diferencia de trato mostrada por los políticos entre vidas y viñedos, me parece aberrante, como mínimo. Sé de la importancia que en nuestra región tiene el vino; pero sé también, que diez mil viñas no valen lo que la vida de un solo vecino.