martes, 28 de febrero de 2012

¿Por qué no, tareas políticas?

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   La Ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, ha hecho público hoy lo que ya les planteó ayer a las Comunidades Autónomas: “La posibilidad de firmar convenios con el Gobierno para que los parados que no estén recibiendo cursos de formación puedan realizar servicios sociales". Esta propuesta, además de ser descabellada, deja meridianamente claro el total desconocimiento de la señora Ministra de dos cosas fundamentales: Que cuando un trabajador tiene la desgracia de perder el trabajo, pierde con él su condición de ciudadano. Y que la prestación por desempleo que recibe, no es en modo alguno caridad del Estado. Pero es que además, con esta descabellada propuesta, consciente o inconscientemente, trata a TODOS los parados de delincuentes insolidarios, que se dedican a hundir el País realizando bajo cuerda otros trabajos. Soslayando el hecho de que los miembros del Gobierno pueden combatir la economía sumergida de otros muchos modos, sin moverse, incluso, de sus propios despachos, me centraré en lo que podría ocurrir si prosperase semejante disparate. En nuestra ciudad, por ejemplo, tenemos la desgracia de contar ahora mismo con más de novecientos parados. Si de estos novecientos parados, solo unos pocos están realizando cursos de formación, podemos suponer que en unos meses la cifra se incrementaría en mil o dos mil parados. Me explico. Si los ponemos a todos a barrer calles, a crear y cuidar jardines, a mantener en perfecto estado descampados, plazas y calles, a atender la Ciberteca, la Biblioteca,  el Museo, las Conserjerías de las Escuelas, a cuidar a las personas mayores, a recibir las llamadas del Centro de Salud, de la Residencia de Ancianos y de las Oficinas del Gobierno riojano, a plantar, cuidar y mantener choperas, a atender a turistas y peregrinos, a pintar vallas y paredes y a todas las tareas que se nos puedan ocurrir, además de ir a la quiebra un buen número de autónomos y pequeños empresarios, sobrarían todos los barrenderos, empleados y funcionarios que ahora mismo están realizando dichos  trabajos. Ante esta incontestable realidad, no puedo sino hacerme dos preguntas: ¿No sería mucho más económico y mejor para el Estado, suplantar a los políticos? ¿Se ha planteado la señora Ministra la de millones de euros que ahorrarían de ese modo los parados? ¡Basta ya de estulticias y de persecuciones! ¡Si tienen que castigar a algunos parados, háganlo con todo el peso de la Ley! Pero a los demás, a los que con cuarenta y cinco, cincuenta, cincuenta y cinco, sesenta años, lo han perdido todo con su puesto de trabajo, déjenlos que digieran su tragedia paseando, leyendo, escribiendo, disfrutando de sus hijos o de sus nietos, tumbados al sol, o tocándose los santísimos huevos. Porque ellos y usted, señora Ministra, saben que jamás volverán a ser contratados.