viernes, 13 de julio de 2012

Lo prometido es deuda.

Algunos miembros de la Peña Malpica, en las traseras del Mercado.

  Querido Amigo Miguel, tal y como te prometí en el Kien, el día de San Pedrito, después de haber enterrado con todos los honores a la Venancia, voy a contarte la historia de la “Peña Malpica” (la de la Venancia ya te la conté en el artículo “Los que no se rinden”). Como quiera que ésta naciera al mismo tiempo que el Club Juvenil, me voy a limitar a colgar durante  tres días lo que ya publiqué en la “Crónica de Nájera”. Como podrás ver cuando lo leas, la “Peña Malpica” fue muchísimo más que una Peña.  
                                       "Peña y Club Juvenil Malpica".
   En el otoño de 1.976, los que formábamos la ORT en Nájera, tratando de canalizar el descontento generalizado que existía entre los jóvenes, decidimos reunirnos con las diversas cuadrillas que existían en la ciudad, para intentar crear entre todos un Club Juvenil, en el que los jóvenes pudiésemos disfrutar de recitales, conferencias, charlas, coloquios, biblioteca, juegos de mesa y otras actividades sociales y culturales más.
   Como quiera que la idea cuajó de maravilla, enseguida comenzamos a reunirnos un montón de jóvenes en los sitios más variopintos de la ciudad: El chamizo de los “Play boy”, como ya se dijo en otro artículo, la Discoteca Dino, el taller de mesas camilla de Larry…, para discutir el tema y contrastar opiniones sobre qué pasos deberíamos dar para conseguir el Club Juvenil con la mayor celeridad.
   Y aunque parezca mentira, en un espacio cortísimo de tiempo, nos pusimos a organizar bailes, conciertos, proyecciones de cine y otros actos más con los que sacar dinero para costearnos el futuro local, y a elaborar los estatutos para poderlo legalizar.
   Mas como en aquella época los de la ORT teníamos cuernos, rabo y tridente, muchos najerinos mayores comenzaron a difamarnos sin cesar, con el objetivo de frustrar nuestra buena marcha, prohibiéndoles, incluso, a sus hijos, alternar con nosotros (también algunos patrones se lo prohibieron a sus obreros, como ya ha quedado dicho en otro artículo), para que no pusiéramos patas arriba la ciudad.
   Y a pesar de tener las cosas avanzadísimas ya, como lo nuestro nunca fue conseguir protagonismo, sino buscar el bien general, viendo el cariz que tomaban las cosas, decidimos convocar una asamblea abierta en el Salón de Actos del Instituto Rey Don García, en la que, tras detallarles todas y cada una de las zancadillas y felonías que estábamos sufriendo a los jóvenes que abarrotaban el local, decidimos dimitir en bloque (quitarnos de en medio, sería más acertado citar), para que fueran otros, no relacionados con la política, quienes dieran el paso final.
   Una vez hecho el cambio, en menos de un año, o sea, en el 77, ya estábamos legalizados y teníamos nuestra primera sede, en una de las lonjas de la Calle Gonzalo de Berceo, número 1, donde comenzamos a caminar como Asociación Cultural. No obstante, sería un año más tarde, y en otra sede, en la lonja de Eulogio Arza, en la Calle Costanilla, número 7, donde oficializamos, como Dios manda, nuestra legalidad.
   Fue a mediodía del sábado 11 de marzo de 1.978, cuando el entonces  Alcalde de la ciudad, Don Valentín de La Iglesia, cortó la cinta inaugural, que hasta ese momento impedía el acceso al amplísimo local. Acto seguido, el recordado y añorado Santiago Pérez Rodríguez, recientemente fallecido, pronunció un emotivo discurso, muy aplaudido por todos los jóvenes que llenaban el local, en el que puso de manifiesto todas las zancadillas recibidas hasta llegar ahí, y dejó claro que la intención del Club Juvenil no era otra que la de buscar la colaboración de las autoridades y del pueblo en general, para engrandecer entre todos la ciudad.