martes, 16 de octubre de 2012

Juntos.

    Qué solo me has dejado, Amigo mío. Qué solo y qué hundido. Porque has de saber, que aunque el caprichoso y puñetero destino desvió nuestros caminos, siempre estuviste conmigo. Siempre te llevé en el corazón como el más valioso de los tesoros. Y hoy lo has vestido de luto. ¿Cómo podría ser de otro modo, mi buen Amigo, con todo lo que hemos vivido juntos? Fuimos juntos a la Escuela, a jugar, a ligar… Juntos subíamos cada tarde a tu casa a coger la llave que tu madre, mi amada y recordada “Dese”, te había dejado debajo de la alfombra, para que cogieras el bollo de pan y el plátano que te dejaba como merienda. Hicimos juntos la revolución en la ORT. Juntos nos recorrimos los mejores bares de mejillones y de gambas (como las del “Abuelo”) de Madrid. Y juntos bailamos en JJ, y Princesa, sus mejores Discotecas. Quisimos descubrir mundo, y nos fuimos juntos a Montreal (Canadá). Y cuando vinimos, nos enamoramos juntos. Todo lo hicimos juntos, como verdaderos Amigos. Pero luego, por circunstancias de la vida, tomamos diferentes caminos. Hoy es el día en el que la Parca te ha conducido al Cielo. Y, sin ella saberlo, de alguna manera ha vuelto a unirnos. Solo te pido que me guardes un trocito de Cielo, para que, cuando la Parca corte mis hilos y me lleve allí contigo,  revolucionemos juntos a todos los Serafines, y juntos recorramos el inconmensurable Cielo. ¡Descansa en Paz, mi buen Amigo! ¡Y hasta siempre!
                              (A mi buen Amigo Jonás, que está en el Cielo.)

Agua que no has de beber...

Que se vaya por doquier. Este es el deplorable aspecto que ofrece la fuente de Zabaleta. ¡Lamentable!