miércoles, 6 de agosto de 2014

¿Qué va a ocurrir con el hongo que ha nacido en el descampado de la calle Olivar?

    Una de las consecuencias del error histórico de demoler el Silo, ha sido la aparición de una antena de telefonía móvil en el solar adyacente a los edificios de la calle Olivar. Desconozco si se va a quedar ahí toda la vida, o solo está provisionalmente. Sea como fuere, se quede ahí o se traslade a otro lugar del pueblo –algunos apuntan la Casa de Cultura-, he de decir que  científicos de todo el mundo coinciden en que  están demostrados los efectos adversos no térmicos, provocados en los seres humanos por las radiaciones electromagnéticas generadas por las estaciones de telefonía móvil, como cefaleas, insomnio, alteraciones del comportamiento, ansiedad, depresión, cáncer, leucemia infantil, alergias, abortos, enfermedad de alzhéimer, malformaciones congénitas, etc. Dichos efectos están en relación con la potencia de emisión recibida, y con la duración de dicha exposición. Y es importante advertir, que la radiación electromagnética, atraviesa las paredes. Por lo que lo más prudente, sería instalarlas fuera de nuestras ciudades y pueblos. Tanto es así, que el Parlamento Europeo, en el Pleno celebrado el 2 de Abril de 2.009, aprobó la resolución de la Comisión de Medio Ambiente, sobre “salud y campos electromagnéticos”, nada menos que por 559 votos a favor, 22 en contra y 8 abstenciones. El informe elaborado por la eurodiputada liberal belga, Frédérique Ries, constataba, bajo el peso de la evidencia científica, los efectos biológicos de la “contaminación electromagnética” y los posibles efectos sobre la salud, derivados de una exposición residencial, tal y como ya ha sido expuesto. Recientemente, muchos países y ciudades como Suiza, Italia, Suecia, los Países del Este -que llevan décadas investigando este tema-, ciudades Australianas, la ciudad de Toronto -en Canadá-, Salzburgo –Austria-, y últimamente algunas ciudades españolas, han establecido normas que obligan a situar las antenas a 100, 200 e incluso 500 metros de lugares habitados. Y eso que estas normas establecen niveles de exposición para seres humanos muy inferiores a los que se permiten actualmente en España. Y hacen especial hincapié en apartar este tipo de instalaciones de colegios y residencias geriátricas, ya que algunos estudios científicos sugieren que niños y ancianos pueden ser los más afectados por una exposición  continuada. No obstante, he de decir, obligado estoy a ello, que también existen científicos que proclaman su inocuidad. Sin embargo, sobre esto no existe ningún informe que lo acredite.