lunes, 20 de abril de 2015

ESCENAS POLÍTICAS IMAGINARIAS (O QUIZÁ NO TANTO) (8)



Al presidente Sanz le gusta sacar pecho siempre que puede, recordando a todo el mundo que «La Rioja es la cuna del castellano». Y le gusta decirlo así, como suena, sin más matizaciones. No importa que tal afirmación sea una falacia que exige ser corregida inmediatamente para ajustarse mejor a la realidad, dando lugar a la frase más exacta: «La Rioja es la cuna del castellano escrito». Tal como lo enfatiza a veces Pedro Sanz, da la impresión de que, hace siglos, en España la gente hablaba poco menos que por señas, hasta que aquí al lado, en San Millán de la Cogolla, unos monjes muy listos decidieron un buen día inventarse el castellano para que los españoles pudieran comunicaran verbalmente y para que, mil años más tarde, un dirigente político de mente algo espesa y bastante inclinado al autobombo más ruidoso y aldeano, se apropiara del supuesto invento de aquellos monjes y no cesara de vocearlo mirando a los cuatro puntos cardinales:
            - Eh, españolitos, ¡yeeeaaaah!: que sepáis que si ahora habláis todos el castellano nos lo debéis a nosotros, los riojanos, que fuimos quienes nos lo sacamos de la mollera hace la tira de siglos. ¿O qué os habíais pensao? 
Todas las explicaciones que uno trate de desarrollar le resbalan al presidente Sanz. Y le resbalan porque desmontan la secuencia de ideas que a él le interesa exhibir y vender en el mercado de la aldea global, y que pueden encadenarse así: 1) La Rioja es la cuna del castellano. 2) Él es el presidente del Gobierno de La Rioja y por tanto le cabe el orgullo de reclamar para su Comunidad Autónoma la paternidad de un idioma que actualmente hablan 500 millones de personas. 3) Como el castellano se “inventó” en La Rioja, puede inferirse de ello que el castellano, y su porfiada defensa, constituyen una de las señas de identidad de los riojanos. 4) Esa seña de identidad es, junto al cultivo de la vid, la fabricación y comercialización del vino, y algunas huellas de dinosaurios (?), lo que permite individualizar a los habitantes de La Rioja y diferenciarlos de sus vecinos castellanos, navarros o vascos. Ni más ni menos.
Siempre que puede, el presidente Sanz vuelve al principio, como el perro vuelve a su vómito, e insiste machaconamente en su idea simplista y sin matices: «La Rioja, cuna del castellano». Y lo recuerda por activa y por pasiva, como si le fuera la vida en ello y le faltara el oxígeno si no sale a la plaza pública a proclamarlo y reiterarlo sin desmayo. Todo cambia, sin embargo, en cuanto se pone a hablar. Entonces parece empeñado en apalear a nuestro idioma, cuando no en asesinarlo con verdadera saña. El de Igea siempre incorpora a sus discursos las coletillas que están de moda, la memez de última hora, el retruécano que han puesto en circulación los más conspicuos analfabetos que pontifican desde los púlpitos mediáticos sin que se les caiga la cara de vergüenza. En esas situaciones Pedro Sanz ofrece unas piezas oratorias que parecen escritas por su peor enemigo, dando de pronto la impresión de que todo su empeño se dirige a mostrar a su obnubilada parroquia que él también está en la onda. Que él también sabe lo que se cuece en el puchero de lo más in  para no quedar  out. 
Vean, si no, una pequeña y necesariamente  incompleta muestra.
Riojanas y riojanos. Pedro Sanz parece haber sido acometido en los últimos tiempos por el síndrome Ibarretxe, ya saben, los vascos y las vascas, obviando que en nuestro idioma el género masculino ya engloba al masculino y femenino. Decir riojanos incluye a los hombres y a las mujeres que viven en nuestra tierra, no hace falta especificarlo más y llenar los discursos de términos innecesarios.
La Rioja y España, los riojanos y los españoles. Uno oye a Pedro Sanz y llega a preguntarse si es que, para él, La Rioja y España son dos países distintos y los riojanos no somos también españoles, como manifiestan algunos dirigentes vascos y catalanes. Con ese afán que muestra Sanz a veces por encaramarse en lo más alto del campanario de la aldea para gritar que somos diferentes (como si fuéramos nacionalistas riojanos con mala conciencia de serlo), cae a menudo en el ridículo, en el despropósito y en la caricatura. ¿Tan difícil es decir “La Rioja y el resto de España” o “Los riojanos y los demás españoles”? Pues parece que sí. Y no hay más que escuchar de vez en cuando a nuestro máximo dirigente  para advertir lo complicado que debe resultar  para él.
Lo que es. Esta coletilla no se le cae de la boca a nuestro presidente desde hace muchos años: “Lo que es la dignidad del cargo”, “Lo que es nuestra aspiración”, “Lo que es el compromiso de mi Gobierno”, etc, etc.  Parece que se la copió al modorro de Jaime Mayor Oreja, que plagaba sus alocuciones y sus respuestas en las entrevistas que le hacían con machacones  “Lo que es”.
Decir, manifestar, comentar… Pedro Sanz parece olvidar en muchas ocasiones cómo se construyen los enunciados de forma gramaticalmente correcta. Vale que en el habla popular se empleen giros que dejan a las frases desprovistas de su andamiaje más elemental, pero ¿cómo todo un presidente de Gobierno autonómico puede soltar impunemente una frase que empieza con el verbo en infinitivo como “Manifestar nuestra repulsa por este nuevo asesinato”, en lugar de “Manifestamos nuestra repulsa”, o “Queremos manifestar nuestra repulsa”? O bien: “Y ya solo añadir que”, en lugar de “Y ya solo hay que añadir que…”
Apostar. La Rioja parece a veces una timba perpetua donde sus dirigentes políticos, con el primer mandatario a la cabeza, están siempre hablando de apostar por esto o por lo otro. Pones la radio y les oyes decir, por ejemplo: “Nosotros apostamos por la solidaridad con las demás regiones”. O bien, “De modo que estas son nuestras apuestas”. Recuerde el presidente Sanz la riqueza de nuestro idioma, que no cabe confundir apuestas con propuestas, y que aún le quedan en la recámara hermosas palabras tan expresivas como iniciativa o baza: “Estas son nuestras bazas, y ahora les propondremos nuestras iniciativas”, etc. Y frente al verbo apostar por, ahí van algunas alternativas para que enriquezca sus discursos: abogar por, decantarse por, defender, inclinarse por, mostrarse a favor de,  patrocinar, propugnar, respaldar.   
Poner en valor: La última sandez para bobos que no se le cae de la boca a Pedro Sanz  y que aparece continuamente en sus manifestaciones: “Queremos poner en valor nuestra región”, “Apostamos por poner en valor nuestros productos”, etc. Con lo fácil que sería emplear verbos como destacar, ponderar, subrayar o revalorizar.  
Referente. Esta coletilla le pirra a nuestro presidente y le hace salivar de gusto. De ahí salen frases como ésta: “La Rioja quiere ser un referente para el turismo de calidad”. Podría alternar referente con los términos ejemplo o modelo: “La Rioja aspira a ser un modelo (o ejemplo) de buena gestión de los recursos agrícolas”, etc. La alcaldesa de Nájera, Marta Martínez, ilustre imitadora de su amado presidente, muestra una particular afición a hablar continuamente de referentes, y si no escúchenla con atención la próxima vez y verán con qué alegría larga la palabrita de marras.
En su conjunto. La expresión les vuelve locos a los dirigentes  populares, y con ella construyen frases huecas y pedantes de este estilo de “La sociedad española en su conjunto” como si diciendo sólo “La sociedad española” no quedara suficientemente claro. Alumno aventajado de José María Aznar y de Mariano Rajoy, nuestro presidente no se recata a la hora de hacer suya tan infame y perversa expresión, y se lanza alegremente a hablar sin desmayo de “La sociedad riojana en su conjunto”, de “La industria riojana en su conjunto” y de todos los conjuntos que se le pongan por delante.
Retos: Antes, para referirse a estrategias a largo plazo se hablaba de objetivos, pero ahora no se cansa el presidente de hablar permanentemente de retos. Como si alguien le estuviera echando un pulso o desafiando a cada momento: “Nuestro reto es corregir el déficit”, “Tenemos un reto, que es aumentar nuestra productividad”, “Ese es el reto más importante que tenemos por delante: salir de la crisis”. Sustituyan reto por objetivo y verán cómo las frases ganan en expresividad, claridad y contundencia.
Son sólo algunos ejemplos que ilustran una forma de hablar mediocre y ramplona, inaceptable en un político  medianamente cultivado.
Ya puede seguir el presidente Sanz repitiendo hasta agotarse eso de que “La Rioja es la cuna del castellano”. Pero, para ser honrado, debería añadir a esa coletilla esta otra: “Y yo soy uno de los riojanos que más está contribuyendo a ensuciarlo,  desvirtuarlo y destrozarlo”.

Sempronio  Graco                                                                Continuará