martes, 7 de julio de 2015

Se me mueren.


     Se me mueren los Amigos y los quintos. La torpe Parca viene muy pronto por ellos. Ahora le ha tocado a Feliciano Cuadra, el de medio de los tres que están tiesos a la derecha de la fotografía. Tendría un año más que yo, sesenta y uno, y fuimos muy felices juntos. En esta fotografía de san Juan se le ve informal, como todos en esas fiestas. Pero Feliciano era muy exquisito vistiendo. Le gustaba ir siempre hecho un pincel. Tenía un don para las chicas. Y era muy tierno. Él fue quien nos enseñó a regalarles a las chicas las rosas que le mangábamos a Don Emilio, mi bienamado Maestro, cuando íbamos a sacarlas a bailar en el viejo Quiosco, en los bailes de estío. Con Feliciano conviví muchos años. Comencé a ir con él cuando estaba en la gasolinera y coincidíamos en el  Bar Chule Chimi poniendo discos. Tuvimos el chamizo en una de las salas de la antigua Iglesia de San Miguel, donde sus hermanos, Fernando, Justo y Floren barnizaban muebles con él para ganarse el sustento. Años después íbamos a la Fuente de La Estacada, donde tenía una huerta con caseta nuestro Amigo pío. También íbamos con chicas a bailar a otros chamizos. Y, hasta que el caprichoso y puñetero destino nos separó, siempre íbamos juntos a las fiestas de los pueblos. Descansa en Paz, Amigo mío.